miércoles, 8 de abril de 2009

Memories: Part one

Desde que tengo uso de razón siempre había querido tener perro, supongo que el amor por los animales me viene del pueblo. Siempre les estaba pidiendo un perro a los papas pero no había manera, me gustaban los perros de las orejas largas y peludas pero por encima de raza y color quería un compañero de juegos.

Cuando tenía ya 12 años, el papa nos dijo que le habían ofrecido 2 cachorros: un macho Pastor Belga y una hembra Pastor Alemán a la que habían abandonado dejándola atada a una farola. Yo estaba emocionada por fin tendría un perro...

Llegaste a casa el día de Sant Jordi y claro está muy tarde ya que el papa te había ido a buscar después de salir del trabajo. Yo hacía ya horas que estaba en la cama pero no estaba durmiendo, estaba demasiado nerviosa porque sabía que llegarías esa misma noche. Al escuchar ruido salté de la cama, fui al comedor y allí estabas tú, dando botes por todos los lados aunque no saltando porque aún no sabias. Una de las primeras cosas que hiciste fue morderle el culo a la mama... de cachorrita eras un diablo. 
Creo que esa misma noche te pusimos el nombre. Tu nombre no fue escogido por votación popular sino que la mama lo impuso... que conste que yo te quería llamar Luna (ya lo se, es un poco hortera pero con los años me he ido refinando) pero la dictadora de la casa te puso Laika. Aunque tú y yo sabemos que pocas veces te he llamado así, siempre me ha gustado más llamarte Laicota o Chucha.

Eras preciosa, toda negra excepto las patorras de león y las orejas desproporcionadas que eran rojizas. Me encantaban tus orejas, cuando te ponías a correr o a dar brincos se movían hacía todos los lados porque eran muy grandes para una cabeza tan pequeña.

Lo más difícil fue dejarte un sitio donde dormir. Primero te dejaron dormir en la cocina pero creo que solo una noche porque al despertarnos por la mañana ya habías triturado todos los agarres de los armarios. A la noche siguiente te dejaron dormir en el salón pero al despertarnos por la mañana habías mordido todos los agarres de los armarios así que te acabaron ubicando en la galería donde no había agarres que machacar así que decidiste morder el marco de la puerta... Nena, tú no eras un perro, eras una trituradora.

Cuando volvía del cole era genial, desde el principio del parque se veía tu cabezita asomando por uno de los agujeros de la galería. Llegaba a casa con mucho cuidado para que no me oyeras y con extremado sigilo abría la puerta de la galería, me iba hacía la puerta de la cocina y entonces te llamaba, al oírme sacabas la cabeza del agujero y empezabas a correr detrás mío como una locuela. Siempre hacíamos el mismo recorrido, empezábamos  a correr por el pasillo, llegábamos al comedor, dábamos la vuelta a la mesa y volvíamos por el pasillo hasta la habitación de los papas donde yo me tiraba en plancha encima de la cama para estar a salvo de tus dientes de aguja. 

Tengo que decirte varias cosas: 
  • la primera es que eras muy cotilla y por eso nunca te enterabas de que abría la puerta.
  • la segunda es que yo te llamaba desde la puerta de la cocina porque necesitaba unos metros de ventaja.
  • la tercera es que eras muy lerda porque podías haber acortado la persecución por varios sitios. En vez de dar la vuelta a la mesa podías a ver pasado por debajo... es básico.
  • la última es que me encantaba reírme de ti porque no eras capaz de saltar a la cama de los papas. Aunque recuerdo el día que por fin conseguiste saltar, te vi volar y caer encima mío... ese día estuve tan orgullosa de ti, lo malo es que ya no tenía refugio.
Cuando aprendiste a saltar la cosa mejoró bastante... que gracia aquel domingo por la noche cuando veníamos de la cocina con los platos y te encontramos zampándote el pan encima de la mesa... la mama te dio un azote pero yo me reí un montonazo. Aún me pregunto como narices conseguiste subirte encima de la mesa, aunque siempre has sido muy lista para lo que te ha interesado pero no para encontrarme un tesoro pirata.

Pero no siempre la liabas tú... me acuerdo de aquel día que quise ayudar a la mama a fregar el suelo y como no sabía se me cayó todo el agua del cubo. Cuando la mama preguntó que había pasado te eché la culpa, pero no te quejes que no solo no te dijo nada sino que yo te di unas galletas en compensación.

Nos lo pasábamos bien. Bicha una y bicha la otra.

 

3 comentarios:

  1. Pues mirando la foto de bichas nada, eráis las dos unas crías preciosas y a pesar del paso del tiempo y de la vida, desde luego, que nadie os va a quitar lo bailao, gamberras!!!

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  2. Que bonita foto y qué bonitos recuerdos.

    Un abrazo,
    Nat

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  3. Me ha encantado Over!!! Vosotras si que valiaís!!! Me he emocionado al leerlo!! Muchos besos guapa!

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